Pues bien, este papel sellado fue introducido por primera vez en el mundo por España, en 1637, y posteriormente lo ha copiado el resto de países, ya que supone una considerable fuente de ingresos para la hacienda pública. Desde aquella fecha hasta la actualidad, el Estado ha emitido anualmente, y sin interrupción, el papel sellado, con modificaciones de diseño, valores, sistemas monetarios, colores, sobrecargas, habilitaciones y un largo etcétera, que permiten formar una muy interesante colección y comprobar que nuestra evolución histórica tiene su reflejo en estos documentos.
Y, tal como ocurre con la Numismática o con la Filatelia, hace mucho tiempo surgió esta modalidad de colección, que en la década de los años sesenta del siglo XX recibió un gran impulso al editarse el único catálogo que hasta la fecha se ha publicado, obra de Ángel Allende, coincidiendo con la inclusión en el diccionario de la Real Academia Española de la palabra Timbrología.